Vidas Paralelas

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Cierra con llave la puerta del mundo
diles que no estamos, que hemos salido.
Que no nos busquen, que estamos del
otro lado, de ese otro color de la tierra.
Ahí, dónde muy rojo, dónde casi desfalleces
y la vida se hace muy oblicua, casi invisible.
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Cierra y si llaman de nuevo, ¡grita!
Golpea sus pechos, tíñelos de un azul muy negro.
Pregúntales sobre la cosecha de primavera,
háblales sobre las copas amarillentas de los árboles,
diles que es muy extraño que este lloviendo tanto.
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Y luego muy lento, vuelve,
vuelve casi con las puras uñas.
Vuelve mientras ellos hacen guerra
de la naturaleza y de lo que no conocen.
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Llega, y cierra otra vez la puerta,
sube tu cuello, humedece los brazos
porque nadie nos ve. Nadie nos ve y
estamos en el instante cítrico de nuestra
piel muy aunada. Insita a tus batallones,
que tenemos un mundo muy solo que
morder.
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Quítate las células, deshila tus venas,
deja afuera del mundo nuestro tu caja
de humano fuerte, saca de este lugar
la lengua y los ojos.
Sólo trae contigo un poco de miradas,
el olor muy agridulce detrás de tus orejas,
el aire de entre tus dedos, y trae contigo tu voz.
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Y sucumbe pronto en el ascetismo arraigado
de mi alma incolora, llora mucho en mi boca.
Séme. Cierra la puerta. Y séme.

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